Somos mujeres del mundo, que vivimos principalmente en el medio rural.
Tenemos orígenes culturales, raciales e ideológicos diversos, que no nos separan ni como personas, con toda la dignidad que ese término designa, ni como sujetos de todos los Derechos.
Nos une el deseo de transformar nuestras sociedades y el modelo de desarrollo hegemónico actual para que se reconozca la igualdad efectiva de mujeres y de hombres, se establezcan las condiciones para poder impulsar el ejercicio pleno de los Derechos Humanos de todas las personas en todos los sitios, y se mejoren las condiciones de vida del conjunto de la población en armonía con los servicios del ecosistema global.
Como personas maduras y sujetas de Derechos, entendemos la libertad personal como fuente de excelencia, no de simple indiferencia. Eso nos lleva por un lado a sentirnos personalmente interpeladas por todas las luchas justas y al mismo tiempo comprometidas en defender la diversidad cultural, la intimidad de la conciencia y el libre ejercicio de opiniones y creencias religiosas de todas las personas en un marco plural de convivencia.
Como actoras de la transformación social, aspiramos a trabajar de forma concertada en favor de la cohesión social de las familias, pueblos y comunidades, fomentando el respeto mutuo, la solidaridad y el entendimiento. Defendemos asimismo el pluralismo, y el diálogo, la multiculturalidad y la concertación como sistema base de organización y progreso social.
Como mujeres, identificamos problemas que nos afectan de forma específica: la pobreza en sus múltiples dimensiones; la violencia de género; la marginación, el racismo y la invisibilización por parte de nuestros gobiernos, de muchas autoridades, y de la sociedad en general.
También constatamos que como mujeres tenemos especiales dificultades jurídicas y prácticas para el ejercicio de Derechos fundamentales. Entre otros el acceso a la propiedad, al control y gestión de los recursos productivos y económicos; a los procesos de capacitación, formación y asistencia técnica; a la participación política y social, a la concertación entre trabajo, familia y ocio; al acceso a la Justicia y al ejercicio de la reclamación.
Como pobladoras principalmente del medio rural, valoramos muy especialmente lo que la naturaleza nos ofrece, la necesidad de vivir en armonía con el medio ambiente, y reconocemos la contemplación de la magnificencia de la naturaleza como un modo de valorarla, respetarla y gozar de ella.
Queremos que se valore y reconozca en su importancia el conjunto de tareas del hogar, y que se extienda un modelo de corresponsabilidad en el que mujeres y hombres se sientan igualmente libres, implicadas y responsables, desde una lógica de respeto, solidaridad y acuerdo mutuo, que no coarte innecesariamente ni las oportunidades legítimas de cada una ni el bien común de la familia.
Entendemos que para transformar esa realidad multifacética las mujeres debemos incrementar nuestra presencia pública y fortalecer de forma organizada nuestro movimiento, de manera que podamos compartir experiencias y aprendizajes, trabajar de forma más útil y efectiva, y enriquecernos como personas desde un enfoque que respete la diversidad cultural y la legítima pluralidad y libertad de las conciencias.
En un mundo globalizado, en el que las tradicionales diferencias norte-sur han perdido sus perfiles propios y en el que se hace necesario coordinar enfoques que aúnan lo local con lo global.